Por: Sergio De la Cruz.
Hace
dos días tuvimos una fuerte discusión. No tenía mucho de haber llegado a la
casa, me encontraba cansado de los problemas del trabajo. Ya pegaban las 8 de
la noche y solo quería sentarme en el sillón y ver la televisión. Al entra observe
la casa en un desorden total, juguetes tirado en la sala, los trastes de la
cocina apilados en una torre, la bebé lloraba y las niñas estaban viendo cosas
feas en el celular.
Yo tan
solo me senté en el sillón, encendí el televisor y le subí el volumen….
Tu me
gritaste, no estaría mal que ayudaras un poco, yo pensé porque tendría que
ayudarte si el trabajo de la casa y el cuidado de los hijos era tu
responsabilidad, que no salía yo todos los días al trabajo y me mataba para
traer el dinero a la casa, aun así, siempre te quejabas que no alcanzaba y
encima me estabas pidiendo que te ayudará más. Esta discusión era habitual, era
el pan de casa día, tu llena de coraje me gritabas y hacía como que no escuchaba,
de vez en cuando te decía palabras crueles que te hacían llorar y provocaban
que me dejaras en mi tranquilidad del televisor. ¡Eran tan común estas
discusiones que es posible que me estuviera acostumbrando!
Un día
llegue a la casa y encontré a los niños recién bañados y jugando en la sala, él
bebe dormía en su cuna, todo pintaba bien hasta que encontré la cocina hecha un
desastre, pise un vaso e hice un tremendo ruido que desperté al bebe. ¡Mi
esposa no estaba en casa! entre mí me dije dónde estará esta mujer que se cree
ahora que venga le diré tantas cosas que no intentará volver hacerlo. Enojado
tuve que tranquilizarme e ir con la nena, tuve que bailar, cantar, poner música
para niños, y sin darme cuenta entre risa y risa, el tiempo paso, todos estábamos
sudados así que fui a poner agua y todos los trastes estaban sucios así que me
puse a lavar trastes, cuando termine ya los niños estaban dormidos la pequeña
encima de una almohada en el piso y los más grandecitos en los sillones, pero
como estaban llenos de sudor tuve que despertarlos uno por uno y bañarlos.
¡Cuando termine, me dolía toda la espalda y moría de cansancio!
Tanto
fue así que prendí el televisor y ni cuenta me di cuando me dormí. Por la
mañana los niños lloraban, observé el reloj y ya era demasiado tarde para ir a
trabajar, entre a la cocina y solo encontré dos huevitos y algo de cereal, como
pude le di desayuno a los niños, cuando terminaron la beba lloraba, había que
cambiarla de pañal fui a la bolsa y solo había 3 pañalitos, como nos los lleve
a la escuela tuve que ponerme a jugar con ellos y nuevamente quede súper
cansado y lo que sigue de eso, ellos dormían y yo quería que ni un solo carro
pasará para que no los despertará. De pronto me dio por orar hacía mucho tiempo
que no lo hacía, lo primero que hice fue pedirle perdón por mi comportamiento,
había sido tan tonto que no me daba cuenta de las necesidades de la casa, del
enorme trabajo que realizabas en casa, aparte de todo siempre estirabas todo el
alimento de la despensa y quizá en ocasiones te quedabas con hambre, no sabía
que hacer dentro de mi corrían ríos de lágrimas, sentía que te perdía y era tan
incapaz de hacer algo, termine de orar y me dormí, mañana sería un día nuevo.
Cuando
me levante ya había desayuno en la mesa, los niños desayunaban, la casa relucía
de limpia, recordé que la había limpiado por si regresabas, quería decir muchas
cosas, pero me besaste y todo absolutamente todo se me olvidó, bastaron 2 días
para darme cuente del cansancio del hogar y las necesidades de la casa, para
saber que eres súper necesaria a mi lado y en la casa, para valorarte como
mujer, como madre, esposa pero sobre todo entendí que sin Dios la vida que
llevamos deja de ser vida ¡No sé qué harán ustedes, pero yo y mi casa
serviremos a Dios!
1 comentario:
Hay mucha literatura por leer bien bonita y te eleva el animo pero entre los hechos y las palabras un gran abismo. El hacer hablas que mil palabras al aire y al recuerdo olvidado entonces de nada sirvio el blog , la pagina, ...
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